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Osaba bin Laden
Líder del MAK
1984 - 1988
Osama bin Laden, figura central en la historia contemporánea, comenzó a moldear su papel durante la Guerra Fría. A finales de la década de 1970, Afganistán se convirtió en un punto de conflicto clave cuando las fuerzas soviéticas invadieron el país en 1979, con el objetivo de sostener un régimen comunista aliado. Esta intervención fue percibida por Estados Unidos como una amenaza directa dentro del tablero geopolítico global, lo que llevó a una respuesta estratégica mediante el apoyo a los muyahidines, grupos de combatientes islamistas que buscaban expulsar a los soviéticos.
Osama bin Laden, entonces un joven saudí proveniente de una de las familias más ricas de Arabia Saudita, se involucró en la causa afgana bajo la influencia de ideas islamistas que defendían la lucha armada como una obligación religiosa para proteger tierras musulmanas de invasores extranjeros. En 1980, bin Laden viajó a Pakistán, donde comenzó a colaborar con redes muyahidines establecidas en Peshawar, un centro logístico y político para la resistencia afgana. Aunque inicialmente su papel fue de financista, utilizando su fortuna personal para apoyar a los combatientes, pronto se involucró directamente en la organización y coordinación de esfuerzos militares.
El papel de bin Laden durante esta etapa estuvo intrínsecamente ligado a la política exterior de Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría. La Agencia Central de Inteligencia (CIA) proporcionó armamento, entrenamiento y fondos a los muyahidines a través de intermediarios como Pakistán y Arabia Saudita. Aunque no existen pruebas de un contacto directo entre la CIA y bin Laden, las infraestructuras que ayudó a establecer, incluidas rutas de suministro y campamentos de entrenamiento, se beneficiaron de este flujo de recursos. En este marco, bin Laden participó en la creación de una red internacional que movilizó a miles de voluntarios islámicos, conocidos como «árabes afganos», quienes veían en la lucha afgana un deber religioso y político.
Uno de los proyectos más destacados liderados por bin Laden fue la construcción de túneles y refugios en las montañas afganas, diseñados para proteger a los muyahidines de los ataques soviéticos. Este enfoque logístico, combinado con su capacidad para canalizar fondos de donantes privados y organizaciones islámicas, consolidó su posición como una figura clave dentro de la resistencia. Paralelamente, esta experiencia le permitió formar conexiones con otros líderes islamistas y desarrollar una visión estratégica del yihadismo que trascendía el conflicto local.
Aunque la retirada soviética de Afganistán en 1989 marcó una victoria para los muyahidines, también dejó un vacío de poder en la región, con consecuencias duraderas. Para bin Laden, la guerra no solo fue una victoria militar, sino una prueba del potencial del islam político como fuerza global, una idea que daría forma a su futura organización, Al Qaeda. Si bien durante la Guerra Fría su actividad estuvo alineada indirectamente con los intereses de Estados Unidos, el final del conflicto reveló profundas tensiones entre los objetivos de las potencias occidentales y los movimientos islamistas que habían surgido fortalecidos del conflicto afgano.